6. Marzo: El Angelus

Don Pierluigi Cameroni
Animador espiritual mundial

Nuestra palabra sobre el “Angelus” quiere ser solamente una simple pero viva exhortación a mantener su rezo acostumbrado, donde y cuando sea posible. El “Angelus” no tiene necesidad de restauración: la estructura sencilla, el carácter bíblico, el origen histórico que lo enlaza con la invocación de la incolumidad en la paz, el ritmo casi litúrgico que santifica momentos diversos de la jornada, la apertura hacia el misterio pascual, por lo cual mientras conmemoramos la Encarnación del Hijo de Dios pedimos ser llevados “por su pasión y cruz a la gloria de la resurrección”, hace que a distancia de siglos conserve inalterado su valor e intacto su frescor. Es verdad que algunas costumbres tradicionalmente asociadas al rezo del Angelus han desaparecido y difícilmente pueden conservarse en la vida moderna, pero se trata de cosas marginales: quedan inmutados el valor de la contemplación del misterio de la Encarnación del Verbo, del saludo a la Virgen y del recurso a su misericordiosa intercesión: y, no obstante el cambio de las condiciones de los tiempos, permanecen invariados para la mayor parte de los hombres esos momentos característicos de la jornada —mañana, mediodía, tarde— que señalan los tiempos de su actividad y constituyen una invitación a hacer un alto para orar. (Marialis Cultus n. 41).

  1. El Angelus, oración de la tradición popular.

El Angelus es la oración tradicional con la que los fieles, tres veces al día, esto es, por la mañana, al mediodía y por la tarde, recuerdan el anuncio del Ángel Gabriel a María. El Angelus es, pues, el recuerdo del evento salvífico por el que, según el plan del Padre, el Verbo, por obra del Espíritu Santo, se encarnó en el seno de la Virgen María. El rezo del Angelus, está profundamente arraigado en la piedad del pueblo cristiano y es alentado por el ejemplo de los Romanos Pontífices. En algunos ambientes, las cambiadas condiciones de los tiempos, no favorecen el rezo del Angelus, pero en muchos otros, son menores estos impedimentos, por lo que no debe dejar de intentarse nada para mantener viva esta devota costumbre, sugiriendo, al menos, el rezo de tres avemarías.
Esta oración, al tiempo que nos invita a contemplar el misterio del Verbo de Dios encarnado en el seno de la Virgen, nos ayuda a vivir la vida cotidiana unidos al misterio de la Encarnación redentora y a elevar nuestra oración confiada a Dios Padre que, en el misterio del anuncio de su Hijo, abre a todos los hombres la casa de su reino y revela su corazón rebosante de bondad.
La Iglesia, a ejemplo de María, está llamada a vivir y dar testimonio, en su acción pastoral, de la condescendencia y el amor por la humanidad, manifestado por Dios Padre en la Encarnación de su Hijo. La intención por la paz nos invita a rezar por los jefes de las naciones, para que en el gobierno de los pueblos a ellos confiados, no tengan como objetivo el dominio sobre el hombre, sino proteger la dignidad y el respeto a la vida humana, preciosa a los ojos del Altísimo.
Las personas enfermas o en dificultad encuentran en esta oración consuelo, abandonándose en las manos del Padre que ha enviado a su Hijo al mundo para hacerse cargo del humano dolor,
Las familias cristianas renuevan en las tareas cotidianas alegres y tristes y en las ocupaciones de la vida, la mirada de fe que sostiene e ilumina.
Las personas consagradas, inspirándose en la Virgen de la Anunciación son invitadas a dar luminoso ejemplo de fe y de pronta colaboración con Cristo Redentor.
En el profético sueño de los nueve años, el Hombre venerando de manto blanco dice a Juanito Bosco: “Yo soy el Hijo de Aquella a quien tu madre te enseñó a saludar tres veces al día”. El Angelus era entonces una oración tradicional, que ciertamente Mamá Margarita enseñó a Juan y que este practicó. Esta alusión subraya el valor fundamental de la fe y de la oración aprendidas en familia, de manera sencilla y cotidiana.
Recordemos también a Juanito Bosco, en el caserío Moglia. El anciano tío José llega cansado a mediodía, y va a sentarse rápidamente para recuperar aliento. Sonaba la campana de la iglesia. Ve a Juanito que, de rodillas, recita el Angelus. Entre bromas y veras: “¡Mira qué bonito! Los amos trabajamos hasta que no podemos más y el criado se lo toma con calma y reza tranquilamente”. Y Juanito: “Abuelo, bien sabe Vd. que nunca rehuyo el trabajo. Pero mi madre me ha enseñado que cuando se reza, dos granos producen cuatro espigas, pero cuando no se reza, cuatro granos apenas dan dos espigas”.

  1. Santidad cotidiana

La Virgen María ha sido propuesta siempre por la Iglesia a la imitación de los fieles no precisamente por el tipo de vida que ella llevó y, tanto menos, por el ambiente socio-cultural en que se desarrolló, hoy día superado casi en todas partes, sino porque en sus condiciones concretas de vida Ella se adhirió total y responsablemente a la voluntad de Dios (cfr. Lc 1, 38); porque acogió la palabra y la puso en práctica; porque su acción estuvo animada por la caridad y por el espíritu de servicio, es decir: porque fue la primera y la más perfecta discípula de Cristo: lo cual tiene valor universal y permanente (Marialis Cultus n. 35).

La Oración del Angelus nos recuerda que Dios llama a cumplir su voluntad en lo concreto y en la sencillez de la vida de cada día. Al recordar la Encarnación, esta oración nos ayuda a vivir nuestra vida en la fe, a renovar nuestra entrega filial a María nuestra Madre, a pedir por la paz en el mundo y en los corazones. En el trabajo y lucha por seguir mejor al Señor, esta oración nos dispone, en la escuela de María, a reconocer los tiempos de Dios y de su Gracia, y sobre todo, a no echar en saco roto las inspiraciones del Señor y a no dejar pasar la invitación de progresar en el camino de la santidad. Nos jugamos todo esto en las relaciones personales, en la atención a las pequeñas cosas, a lo que parece irrelevante, porque la magnanimidad se pone de manifiesto en las cosas sencillas y cotidianas.
Las opciones de vida no solo se preparan por las pequeñas decisiones de cada día, sino que se prolongan en el tiempo, con los pasos concretos con que se ejecutan. El ejercicio de discernimiento se convierte así en un estilo de vida, que no solo se aplica en momentos extraordinarios, cuando hay que resolver problemas graves o hay que tomar una decisión crucial, sino en la variada realidad de la vida de cada día. Por eso el discernimiento es también un don que tenemos que pedir confiadamente al Espíritu Santo y, al mismo tiempo, cultivarlo con la oración y la reflexión, la lectura y el consejo. Esto vale en primer lugar para los jóvenes y para quienes tienen alguna responsabilidad educativa

La llamada a la alegría y a la vida en plenitud se ubica siempre dentro de un contexto cultural y de relaciones sociales. Es frente a las circunstancias de la vida cotidiana donde los jóvenes desean ser acompañados, formados y pasar a ser protagonistas. Por eso la Iglesia está llamada a «salir, ver, llamar» (DP III, 1.3), es decir, a invertir en tiempo para conocer y confrontarse con los vínculos y las oportunidades de los diferentes contextos sociales y culturales, y hacer resonar allí en modo comprensible la llamada a la alegría del amor. Al mismo tiempo, las relaciones sociales e interpersonales y la dinámica de la vida cotidiana (amistad, afectividad, relación con el tiempo y con el dinero, etc.) favorecen el surgimiento de deseos, ideas, emociones y sentimientos que un proceso de acompañamiento ayudará a reconocer e interpretar. Una perspectiva integral requiere asumir los vínculos que conectan ámbitos y contextos donde se desarrolla la vida de los jóvenes, exigencias de conversión de las prácticas pastorales y necesidades formativas de los acompañantes.
En particular, la experiencia o el encuentro con las fragilidades personales, propias o ajenas, de un grupo o de una comunidad, de una sociedad o de una cultura, son tan difíciles cuanto valiosos. Para los jóvenes puede ser una ocasión para descubrir recursos escondidos y para hacer nacer interrogantes, incluso desde una perspectiva vocacional, empujándolos a alejarse de una búsqueda continua de pequeñas seguridades. Acompañando estos procesos, la Iglesia descubrirá nuevas fronteras y nuevos recursos para cumplir su misión. (Instrumentum Laboris nn. 144-145).

Rezo del Angelus
El Ángel del Señor anunció a María.
Y concibió por obra del Espíritu Santo. Dios te salve, María…
He aquí la esclava del Señor.
Hágase en mí, según tu Palabra. Dios te salve, María…
Y el Verbo se hizo carne.
Y acampó entre nosotros. Dios te salve, María…
Ruega por nosotros, santa Madre de Dios.
Para que seamos dignos de las promesas de Jesucristo.

Derrama, Señor, tu gracia sobre nosotros que hemos conocido por el anuncio del Ángel, la encarnación de tu Hijo, para que lleguemos por su pasión y su cruz, a la gloria de la resurrección.
Por J.C.N.S.
Amén.

Gloria al Padre… (tres veces)

6. Marzo: L’Angelus Domini

Don Pierluigi Cameroni
Animatore spirituale mondiale

La Nostra parola sull’Angelus Domini vuole essere solo una semplice, ma viva esortazione a mantenere consueta la recita, dove e quando sia possibile. Tale preghiera non ha bisogno di restauro: la struttura semplice, il carattere biblico, l’origine storica, che la collega alla invocazione dell’incolumità nella pace, il ritmo quasi liturgico, che santifica momenti diversi della giornata, l’apertura verso il mistero pasquale, per cui, mentre commemoriamo l’Incarnazione del Figlio di Dio, chiediamo di essere condotti per la sua passione e la sua croce alla gloria della risurrezione, fanno sì che essa, a distanza di secoli, conservi inalterato il suo valore e intatta la sua freschezza. È vero che alcune usanze, tradizionalmente collegate con la recita dell’Angelus Domini, sono scomparse o difficilmente possono continuare nella vita moderna; ma si tratta di elementi marginali. Immutati restano il valore della contemplazione del mistero dell’Incarnazione del Verbo, del saluto alla Vergine e del ricorso alla sua misericordiosa intercessione; e, nonostante le mutate condizioni dei tempi, invariati permangono per la maggior parte degli uomini quei momenti caratteristici della giornata – mattino, mezzogiorno, sera –, i quali segnano i tempi della loro attività e costituiscono invito ad una pausa di preghiera. (Marialis Cultus n. 41).

  1. L’Angelus Domini preghiera della tradizione popolare.

L’Angelus Domini è la preghiera tradizionale con cui i fedeli tre volte al giorno, cioè all’aurora, a mezzogiorno, al tramonto, commemorano l’annuncio dell’angelo Gabriele a Maria. L’Angelus è quindi ricordo dell’evento salvifico per cui, secondo il disegno del Padre, il Verbo, per opera dello Spirito Santo, si fece uomo nel grembo della Vergine Maria. La recita dell’Angelus è profondamente radicata nella pietà del popolo cristiano ed è confortata dall’esempio dei Romani Pontefici. In alcuni ambienti le mutate condizioni dei tempi non favoriscono la recita dell’Angelus, ma in molti altri gli impedimenti sono minori, per cui nulla si deve lasciare di intentato perché si mantenga viva e si diffonda la devota consuetudine, suggerendo almeno la semplice recita di tre Ave Maria.
Questa preghiera mentre ci invita a contemplare il mistero del Verbo di Dio che si è fatto carne nel grembo della Vergine, ci aiuta a vivere la vita quotidiana in unione al mistero dell’Incarnazione redentiva e ad elevare la nostra preghiera fiduciosa a Dio Padre che, nel mistero dell’annuncio del suo Figlio, apre a tutti gli uomini la casa del suo regno e rivela il suo cuore colmo di bontà.
La Chiesa, sull’esempio di Maria è chiamata nella sua azione pastorale a vivere e testimoniare la condiscendenza e l’amore per l’umanità, manifestato da Dio Padre nell’incarnazione del suo Figlio.
L’intenzione per la pace invita a pregare per i capi delle nazioni, perché nel governare i popoli loro affidati non seguano mire di potere sull’uomo ma servano la dignità e il rispetto della vita umana, preziosa agli occhi dell’Altissimo.
Le persone sofferenti o in difficoltà, in questa preghiera trovano conforto nell’abbandonarsi alle mani del Padre che ha mandato il suo Figlio nel mondo a farsi carico dell’umano dolore.
Le famiglie cristiane rinnovano nelle vicende quotidiane lieti e tristi e negli impegni della vita lo sguardo di fede che sostiene e illumina.
Le persone consacrate, ispirandosi alla Vergine dell’Annunciazione sono invitate a dare luminoso esempio di fede e di pronta collaborazione a Cristo Redentore.

Nel profetico sogno dei nove anni, l’Uomo venerando con il mantello bianco dice a Giovannino Bosco: «Io sono il Figlio di Colei che tua madre ti insegnò a salutare tre volte al giorno». L’Angelus allora era una preghiera tradizionale, che certamente Mamma Margherita ha insegnato e Giovanni praticato. Tale richiamo sottolinea il valore fondamentale della fede e della preghiera appresi in famiglia, in forma semplice e quotidiana.
Ricordiamo anche Giovannino Bosco alla Cascina Moglia. Il vecchio zio Giuseppe arriva sfinito a mezzogiorno, si butta a sedere per tirare il fiato. Suonava la campana della chiesa. Vede Giovannino che si inginocchia e recita l’Angelus. Tra serio e faceto: «Ma bravo! Noi padroni lavoriamo fino a non poterne più e il garzone se la prende calma e prega in santa pace». E Giovannino: «Barba, sapete che nel lavoro non mi tiro indietro. Mia madre mi ha insegnato che quando si prega due grani danno quattro spighe, quando non si prega quattro grani danno due spighe».

  1. Santità quotidiana

La Vergine Maria è stata sempre proposta dalla Chiesa alla imitazione dei fedeli non precisamente per il tipo di vita che condusse e, tanto meno, per l’ambiente socioculturale in cui essa si svolse, oggi quasi dappertutto superato; ma perché, nella sua condizione concreta di vita, ella aderì totalmente e responsabilmente alla volontà di Dio (cfr Lc 1,38); perché ne accolse la parola e la mise in pratica; perché la sua azione fu animata dalla carità e dallo spirito di servizio; perché, insomma, fu la prima e la più perfetta seguace di Cristo: il che ha un valore esemplare, universale e permanente. (Marialis Cultus n. 35).

La preghiera dell’Angelus ci ricorda come Dio ci chiama a compiere la sua volontà nella concretezza e nella semplicità della vita di ogni giorno. Facendo memoria dell’Incarnazione del Verbo questa preghiera ci aiuta a vivere nella fede la nostra vita, a rinnovare il nostro affidamento filiale a Maria nostra Madre, ad intercedere per la pace nel mondo e nei cuori. Nella fatica e nella lotta per seguire meglio il Signore, questa preghiera ci dispone, alla scuola di Maria, a saper riconoscere i tempi di Dio e la Sua grazia, e soprattutto a non sprecare le ispirazioni del Signore, a non lasciar cadere l’invito a progredire nella via della santità. Tutto questo si gioca nei rapporti personali, nell’attenzione alle piccole cose, a ciò che sembra irrilevante, perché la magnanimità si rivela nelle cose semplici e quotidiane.

Le scelte di vita non solo sono preparate dalle piccole scelte di ogni giorno, ma si prolungano nel tempo con i passi concreti con cui le si mettono in atto. L’esercizio del discernimento diventa così anche uno stile di vita, che non si applica solo in momenti straordinari, o quando bisogna risolvere problemi gravi, oppure quando si deve prendere una decisione cruciale, ma nella variegata realtà della vita di ogni giorno. Il discernimento pertanto è anche un dono che bisogna chiedere con fiducia allo Spirito Santo, e allo stesso tempo coltivarlo con la preghiera, la riflessione, la lettura e il buon consiglio. Questo vale in particolare per i giovani e per coloro che hanno responsabilità educative.

La chiamata alla gioia e alla vita in pienezza si colloca sempre all’interno di un contesto culturale e di relazioni sociali. È di fronte alle circostanze della vita quotidiana che i giovani desiderano essere accompagnati, formati, resi protagonisti. Per questo la Chiesa è chiamata a «uscire, vedere, chiamare» (DP III, 1.3), cioè a investire tempo per conoscere e misurarsi con i vincoli e le opportunità dei diversi contesti sociali e culturali e a farvi risuonare in modo comprensibile la chiamata alla gioia dell’amore. Allo stesso tempo le relazioni sociali e interpersonali e le dinamiche della vita quotidiana (amicizia, affettività, rapporto con il tempo e il denaro, ecc.) favoriscono l’emergere di desideri, idee, emozioni e sentimenti che un percorso di accompagnamento aiuterà a riconoscere e interpretare. Una prospettiva integrale richiede di assumere i nessi che collegano ambiti e contesti in cui si svolge la vita dei giovani, esigenze di conversione delle prassi pastorali e bisogni formativi degli accompagnatori.
In particolare, l’esperienza o l’incontro con le fragilità personali, proprie e altrui, di un gruppo o di una comunità, di una società o di una cultura sono tanto faticosi quanto preziosi. Per i giovani può essere l’occasione per scoprire risorse nascoste e per far nascere interrogativi anche in prospettiva vocazionale, spingendoli a uscire da una ricerca continua di piccole sicurezze. Accompagnando questi percorsi la Chiesa scoprirà nuove frontiere e nuove risorse per compiere la propria missione. (Instrumentum Laboris nn. 144-145).

Preghiera dell’Angelus
L’Angelo del Signore portò l’annunzio a Maria.
Ed ella concepì per opera dello Spirito Santo. Ave, Maria…
Eccomi, sono la serva del Signore.
Si compia in me la tua parola. Ave Maria…
E il Verbo si è fatto carne.
E venne ad abitare in mezzo a noi. Ave Maria…
Prega per noi, santa Madre di Dio.
Perché siamo resi degni delle promesse di Cristo.

Infondi nel nostro spirito la tua grazia, o Padre;
Tu, che nell’annunzio dell’angelo ci hai rivelato l’Incarnazione del tuo Figlio,
per la sua passione e la sua croce guidaci alla gloria della risurrezione.
Per Cristo nostro Signore. Amen.

Gloria al Padre… (tre volte)

6. March: The Angelus

Fr Pierluigi Cameroni
World Spiritual Animator

“What we have to say about the Angelus is meant to be only a simple but earnest exhortation to continue its traditional recitation wherever and whenever possible. The Angelus does not need to be revised, because of its simple structure, its biblical character, its historical origin which links it to the prayer for peace and safety, and its quasi-liturgical rhythm which sanctifies different moments during the day, and because it reminds us of the Paschal Mystery, in which recalling the Incarnation of the Son of God we pray that we may be led “through his passion and cross to the glory of his resurrection.” These factors ensure that the Angelus despite the passing of centuries retains an unaltered value and an intact freshness. It is true that certain customs traditionally linked with the recitation of the Angelus have disappeared or can continue only with difficulty in modern life. But these are marginal elements. The value of contemplation on the mystery of the Incarnation of the Word, of the greeting to the Virgin, and of recourse to her merciful intercession remains unchanged. And despite the changed conditions of the times, for the majority of people there remain unaltered the characteristic periods of the day – morning, noon and evening – which mark the periods of their activity and constitute an invitation to pause in prayer.” (Marialis Cultus No. 41).

  1. The Angelus, a popular traditional prayer.

The Angelus is the traditional prayer with which the faithful commemorate the annunciation of the angel Gabriel to Mary three times a day, at dawn, at noon and at sunset. The Angelus is therefore a reminder of the salvific event by which, according to the Father’s plan, the Word became flesh in the womb of the Virgin Mary by the power of the Holy Spirit. The recitation of the Angelus is deeply rooted in the piety of the Christian people and is supported by the example of the Roman Pontiffs. In some places the changed conditions of the times do not favour the recitation of the Angelus, but in many other places the difficulties are minor, so nothing must be left undone to keep alive and spread the devout habit, or at least the simple recitation of three Ave Marias.
This prayer invites us to contemplate the mystery of the Word of God made flesh in the womb of the Virgin. It helps us to live our daily life in union with the mystery of the Incarnation and to raise our prayer of trust to God the Father. In the mystery of the proclamation of his Son, he opens the house of his kingdom to all and reveals his heart full of goodness.
Following the example of Mary, the Church is called in her pastoral action to experience and bear witness to the condescension and love for humanity manifested by God the Father in the incarnation of his Son.
The intention for peace invites us to pray for the leaders of nations, that in governing the peoples entrusted to them they may not seek power over people but may serve the dignity and respect of human life, precious in the eyes of the Most High.
People who are suffering or in difficulty find comfort in this prayer, abandoning themselves into the hands of the Father who sent his Son into the world to share our human suffering.
Christian families renew the faith that sustains and enlightens them in the happy and sad events of daily life and in their life commitments.
Consecrated persons, inspired by the Virgin of the Annunciation, are invited to give a shining example of faith and prompt collaboration with Christ the Redeemer.
In his prophetic dream at the age of nine, the venerable man in the white cloak said to John Bosco: “I am the Son of Her whom your mother taught you to greet three times a day”. The Angelus was a traditional prayer which Mamma Margherita taught and John practised. This highlights the fundamental value of faith and prayer learned in the family every day, in a simple way.
We also remember young John Bosco at Cascina Moglia. One day, the elderly Giuseppe arrived exhausted at noon and lay down for a breather. The church bell rang. He saw John kneeling and reciting the Angelus. Half seriously and half facetiously he said: “Ah! The owners work until they can do no more and the apprentice takes it easy and prays in peace.” And John answered: “You know I do not hold back in work. My mother taught me that when you pray and plant two grains you get four ears of corn. When you do not pray, you plant four grains and get two ears.”

  1. Everyday holiness

“The Virgin Mary has always been proposed to the faithful by the Church as an example to be imitated, not precisely in the type of life she led, and much less for the socio-cultural background in which she lived and which today scarcely exists anywhere. She is held up as an example to the faithful rather for the way in which, in her own particular life, she fully and responsibly accepted the will of God (cf. Lk. 1:38), because she heard the word of God and acted on it, and because charity and a spirit of service were the driving force of her actions. She is worthy of imitation because she was the first and the most perfect of Christ’s disciples. All of this has a permanent and universal exemplary value.” (Marialis Cultus, No. 35).

The Angelus prayer reminds us how God calls us to do his will in the concreteness and simplicity of everyday life. By recalling the Incarnation of the Word this prayer helps us to live our life in faith, to renew our filial entrustment to Mary our Mother, and to intercede for peace in the world and in our hearts. In the effort and struggle to better follow the Lord, this prayer places us at the school of Mary to learn how to recognize the times of God and his grace, and above all not to waste the Lord’s inspirations, not to miss the invitation to progress in the path of holiness. All this takes place in personal relationships, in attention to small things, to what seems irrelevant, because magnanimity is revealed in simple everyday things.
Life’s choices of life are not only prepared by the small choices of each day but are prolonged in time through the concrete steps with which they are implemented. The exercise of discernment thus becomes a way of life, which does not only apply in extraordinary moments, or when serious problems must be solved, or when a crucial decision must be made, but in the varied reality of everyday life. Discernment is therefore a gift that must be asked for with trust in the Holy Spirit, and at the same time cultivated with prayer, reflection, reading and good advice. This is particularly true for young people and those with educational responsibilities.

The call to joy and fullness of life is always placed within a cultural context of social relations. Young people want to be accompanied, formed and be protagonists when they face the circumstances of their daily lives. For this reason the Church is called to «go out, see, call» (DP III, 1.3), i.e. invest time to learn about – and deal with – the constraints and opportunities of the various social and cultural contexts, so that the call to the joy of love might resound in a comprehensible way. At the same time, social and interpersonal relationships and the dynamics of everyday life (friendship, affectivity, relationship with time and money, etc.) favour the rise of wishes, ideas, emotions and feelings that a path of accompaniment will help young people recognize and interpret. An integral perspective must take account of the connections between the domains and contexts where the life of young people unfolds, the need for conversion of pastoral care practices and mentors’ formation requirements.
In particular, experiencing and encountering fragilities in our own selves, in other people, in a group, society or culture is as exhausting as it is valuable. To young people, this can be the opportunity to discover hidden resources, and to raise new questions also for vocational purposes, pushing them to abandon the constant search for small certainties. By accompanying these paths, the Church will discover new frontiers and new resources to fulfil her mission. (Instrumentum Laboris 144-145).

Prayer of the Angelus
The Angel of the Lord declared unto Mary.
And she conceived of the Holy Spirit. Hail Mary…
Behold the handmaid of the Lord.
Be it done to me according to thy word. Hail Mary…
And the Word was made flesh.
And dwelt among us. Hail Mary…
Pray for us, O holy Mother of God.
That we may be made worthy of the promises of Christ.

Let us pray: Pour forth, we beseech Thee, O Lord, thy grace into our hearts, that we to whom the Incarnation of Christ thy Son was made known by the message of an angel, may by his Passion and Cross be brought to the glory of his Resurrection. Through the same Christ Our Lord. Amen.

Glory be to the Father… (three times)

6. Março: O Angelus Domini

Pe. Pierluigi Cameroni
Animador espiritual mundial

As nossas palavras acerca do “Angelus Domini” intentam ser uma simples mas férvida exortação a que se mantenha a costumada recitação, onde e quando isso for possível. Tal exercício de piedade não tem necessidade de ser restaurado: a estrutura simples, o caráter bíblico, a origem histórica que a liga à invocação da incolumidade na paz, o ritmo quase litúrgico que santifica momentos diversos do dia, a abertura para o Mistério Pascal, em virtude da qual, ao mesmo tempo que comemoramos a Encarnação do Filho de Deus, pedimos para ser conduzidos, “pela sua paixão e morte na Cruz, a glória da ressurreição”, fazem com que ele, à distância de séculos, conserve inalterado o seu valor e intacto o seu frescor. É certo que alguns usos, tradicionalmente coligados com a recitação do Angelus Domini, desapareceram ou dificilmente podem manter-se na vida moderna; mas trata-se de elementos marginais. Resta, pois, imutado o valor da contemplação do mistério da Encarnação do Verbo, da saudação à Virgem Santíssima e do recurso à sua misericordiosa intercessão; e, não obstante terem mudado as condições dos tempos, permanecem invariados também, para a maior parte dos homens, aqueles momentos característicos do dia, amanhã, meio-dia e tarde, que assinalam os tempos da sua atividade e constituem um convite a uma pausa de oração. (Marialis Cultus n.41).

  1. A oração do Angelus Domini da tradição popular.

O Angelus Domini é a oração tradicional com a qual os fiéis três vezes ao dia, isto é, ao amanhecer, ao meio dia, ao pôr do sol, comemoram o anúncio do anjo Gabriel a Maria. O Angelus, é pois, recordação do evento salvífico pelo qual, segundo o projeto do Pai, o Verbo, por obra do Espírito Santo, se fez homem no seio da Virgem Maria. A recitação do Angelus está profundamente enraigada na piedade do povo cristão e tem o apoio pelo exemplo dos Pontífices Romanos. Em alguns ambientes, as alteradas condições de tempo não favorecem a recitação do Angelus, mas em muitos outros, os impedimentos são menores, pelo que nunca se deve deixar de fazer todo o possível para que se mantenha viva e se difunda a devoção deste costume, mantendo ao menos a simples recitação de três Ave Marias.
Esta oração, enquanto nos convida a contemplar o mistério do Verbo de Deus que se fez carne no seio da Virgem Maria, ajuda-nos a viver a vida cotidiana em união ao mistério da Encarnação redentora e a elevar a nossa oração confiante a Deus Pai que, no mistério do anúncio do seu Filho, abre a todos os homens, a casa do seu Reino e revela o seu coração pleno de bondade.
A Igreja, em sua ação pastoral, a exemplo de Maria, é chamada a viver e testemunhar a condescendência e o amor pela humanidade, manifestado por Deus Pai na Encarnação do seu Filho.
A intenção pela paz convida a rezar pelos chefes das nações, para que ao governar os povos a eles confiados, não sigam a intenção do poder sobre o homem, mas sirvam à dignidade e ao respeito da vida humana, preciosa aos olhos do Altíssimo.
As pessoas que sofrem ou estão em dificuldades, nesta oração encontram conforto no abandonar-se nas mãos do Pai que mandara o seu Filho ao mundo para tomar conta da dor humana.
As famílias cristãs renovam nas experiências cotidianas alegres e tristes e nos compromissos da vida, o olhar de fé que sustenta e ilumina.
As pessoas consagradas, inspirando-se na Virgem da Anunciação são convidadas a dar brilhante exemplo de fé e de pronta colaboração a Cristo Redentor.
No profético sonho dos nove anos o Homem venerando, com o manto branco disse a Joãozinho Bosco: “Eu sou o Filho Daquela que tua mãe te ensinou a saudar três vezes ao dia”. O Angelus, na época, era uma oração tradicional, que certamente, Mamãe Margarida tinha ensinado e João praticado. Tal lembrança enfatiza o valor fundamental da fé e da oração aprendidas em família, de forma simples e diária.
Recordamos também, Joãozinho Bosco na Cascina Moglia. O velho tio Giuseppe chega cansado ao meio dia, põe-se a sentar para recuperar o fôlego. Tocava o sino da igreja. Vê Joãozinho que se ajoelha e recita o Angelus. Entre sério e brincalhão diz: “Mas bravo! Nós patrões trabalhamos até não aguentarmos mais e o menino fica calmo e reza na santa paz”. E Joãozinho diz: “Sabe que não brinco em serviço. Minha mãe me ensinou que quando a gente reza, dois grãos dão quatro espigas, e quando a gente não reza, quatro grãos dão duas espigas”.

  1. Everyday holiness

A Virgem Maria foi sempre proposta pela Igreja à imitação dos fiéis, não exatamente pelo tipo de vida que ela levou ou, menos ainda, por causa do ambiente sócio-cultural em que se desenrolou a sua existência, hoje superado quase por toda a parte; mas sim, porque, nas condições concretas da sua vida, ela aderiu total e responsavelmente à vontade de Deus (cf. Lc 1,38); porque soube acolher a sua palavra e pô-la em prática; porque a sua ação foi animada pela caridade e pelo espírito de serviço; e porque, em suma, ela foi a primeira e a mais perfeita discípula de Cristo, o que, naturalmente, tem um valor exemplar universal e permanente. (Marialis Cultus n. 35).

A oração do Angelus nos lembra como Deus nos chama a cumprir a sua vontade na concretude e na simplicidade da vida de cada dia. Lembrando da Encarnação do Verbo, esta oração nos ajuda a viver a nossa vida na fé, a renovar a nossa confiança filial a Maria, nossa Mãe, a interceder pela paz no mundo e nos corações. No cansaço e na luta para seguir melhor o Senhor, esta oração nos dispõe na escola de Maria, a saber reconhecer os tempos de Deus e a Sua graça, e, sobretudo, a não perder as inspirações do Senhor, a não esquecer o convite para progredir no caminho da santidade. Tudo isso nos relacionamentos pessoais, na atenção às pequenas coisas, ao que parece irrelevante, porque a magnanimidade é revelada nas coisas simples e cotidianas.
As escolhas de vida não apenas são preparadas pelas pequenas escolhas de cada dia, mas se prolongam no tempo com os passos concretos com os quais colocamo-nas em prática. O exercício do discernimento, torna-se, assim também, um estilo de vida, que não se aplica apenas em momentos extraordinários, ou quando se precisa resolver problemas sérios, ou quando se deve tomar uma decisão crucial, mas na variada realidade da vida de cada dia. O discernimento, portanto, é também um dom, que é preciso pedir com confiança ao Espírito Santo, e ao mesmo tempo, cultivá-lo com a oração, a reflexão, a leitura e o bom conselho. Isto vale especialmente para os jovens e para aqueles que têm responsabilidade educativa.

A chamada à alegria e à vida em plenitude sempre se insere dentro de um contexto cultural e de relações sociais. É diante das circunstâncias da vida quotidiana que os jovens desejam ser acompanhados, formados e feitos protagonistas. Por isso a Igreja é chamada a «sair, ver, chamar» (DP III, 1.3), isto é, investir tempo para conhecer e confrontar-se com as restrições e as oportunidades dos diferentes contextos sociais e culturais e fazer ressoar nestes a chamada à alegria do amor. Ao mesmo tempo, as relações sociais e interpessoais, bem como as dinâmicas da vida quotidiana (amizade, afetividade, relação com tempo e o dinheiro, etc.) favorecem o surgimento de desejos, ideias, emoções e sentimentos que um percurso de acompanhamento ajudará a reconhecer e interpretar. Uma perspectiva integral exige a assumir os nexos que ligam âmbitos e contextos em que se desenvolve a vida dos jovens, as exigências de conversão das práticas pastorais e as necessidades de formação dos acompanhadores.
Nomeadamente, a experiência ou o encontro com as fragilidades pessoais, próprias ou alheias, de um grupo ou de uma comunidade, de uma sociedade ou de uma cultura, são tão difíceis quanto preciosos. Para os jovens, pode ser uma oportunidade para descobrir recursos escondidos e levantar algumas questões, até numa perspectiva vocacional, conduzindo-os a sair de uma busca contínua por pequenas seguranças. Ao acompanhar esses percursos, a Igreja descobrirá novas fronteiras e novos recursos para cumprir sua missão. (Instrumentum Laboris nn. 144-145).

Oração do Angelus
O Anjo do Senhor anunciou a Maria.
E Ela concebeu do Espírito Santo. Ave, Maria…
Eis aqui a serva do Senhor.
Faça-se em mim segundo a vossa palavra. Ave Maria…
E o Verbo se fez carne.
E habitou entre nós. Ave Maria…
Rogai por nós, Santa Mãe de Deus!
Para que sejamos dignos das promessas de Cristo.

Infundi ó Deus, a Vossa graça em nossos corações, para que, conhecendo pela mensagem do anjo a encarnação do vosso Filho, cheguemos, por Sua Paixão e Cruz, à glória da Ressurreição.
Por Cristo, Nosso Senhor. Amém.
Glória ao Pai…
(três vezes)