3. María, Virgen Madre
Don Pierluigi Cameroni
Animador espiritual mundial
María es también la “Virgen-Madre”, es decir, aquella que “por su fe y obediencia engendró en la tierra al mismo Hijo del Padre, sin contacto con hombre, sino cubierta por la sombra del Espíritu Santo” : prodigiosa maternidad constituida por Dios como “tipo” y “ejemplar” de la fecundidad de la Virgen-Iglesia, la cual “se convierte ella misma en Madre, porque con la predicación y el bautismo engendra a una vida nueva e inmortal a los hijos, concebidos por obra del Espíritu Santo, y nacidos de Dios”. Justamente los antiguos Padres enseñaron que la Iglesia prolonga en el sacramento del Bautismo la Maternidad virginal de María. Entre sus testimonios nos complacemos en recordar el de nuestro eximio predecesor San León Magno, quien en una homilía natalicia afirma: “El origen que (Cristo) tomó en el seno de la Virgen, lo ha puesto en la fuente bautismal: ha dado al agua lo que dio a la Madre; en efecto, la virtud del Altísimo y la sombra del Espíritu Santo (cfr. Lc 1, 35), que hizo que María diese a luz al Salvador, hace también que el agua regenere al creyente” . Queriendo beber en las fuentes litúrgicas, podríamos citar la bella conclusión de la Liturgia hispánica: “Ella (María) llevó la Vida en su seno, esta (la Iglesia) en el bautismo. En los miembros de aquélla se plasmó Cristo, en las aguas bautismales el regenerado se reviste de Cristo” (Marialis Cultus 19).
Virgen Madre, Hija de tu Hijo.
En la vida de Jesús la Madre ha tenido un papel decisivo. Entre los hebreos es la mujer quien trasmite la pertenencia al pueblo elegido (es hebreo quien nace de madre hebrea), engendrando al propio hijo en la conciencia de la alianza con Dios, principalmente a través de la vida familiar. Al ambiente doméstico se le considera como “un pequeño templo”, en el que la mesa es “el altar”: la mujer es la responsable de la liturgia doméstica y de la observancia de las normas de pureza que regulan la vida cotidiana. La tradición rabínica subraya que la Torah revelada en el Sinaí se dio primero a las mujeres, porque sin ellas la vida hebrea no sería posible, e invita por ello a los maridos a “escuchar” a sus mujeres, porque se debe a sus méritos el que las bendiciones se derramen sobre la familia. Se convierte así la familia en el núcleo más importante del hebraísmo, en cuyo centro se sitúa el rol de la mujer. Según los maestros hebreos es tarea de los hombres enseñar el contenido de la revelación, la Torá y el Talmud, mientras que la tarea de la mujer es la de trasmitir la experiencia de la revelación, el sentido del misterio, sin el cual los contenidos no tendrían valor y su estudio un puro ejercicio intelectual.
La vocación de la Iglesia encuentra su anticipación real y su plena realización en la persona de María, una joven que con su “sí” hizo posible la encarnación del Hijo y, en consecuencia, creó las condiciones para que cualquier otra vocación eclesial pueda ser generada. El “principio mariano” precede y excede cualquier otro principio ministerial, carismático y jurídico en la Iglesia, los sostiene y los acompaña a todos (Instrumentum Laboris n. 96).
El Papa Francisco, hablando a las mujeres encarceladas, algunas con niños pequeños o esperándolos, ha pronunciado palabras cargadas de esperanza y de futuro, como un seno grávido.
La maternidad nunca es ni será un problema, es un don, uno de los regalos más maravillosos que podéis tener. Hoy os enfrentáis a un desafío muy parecido: se trata una vez más de engendrar vida. Hoy se os pide que deis a luz al futuro. Hacerlo crecer, ayudar a que se desarrolle. No solo para vosotras, sino para vuestros hijos y para toda la sociedad. Vosotras, mujeres, poseéis una capacidad increíble para adaptaros a las situaciones y seguir caminando. (Papa Francisco, Santiago de Chile, 17 de enero de 2018).
Tiempo litúrgico Adviento – Navidad
De este modo, los fieles que viven con la Liturgia el espíritu del Adviento, al considerar el inefable amor con que la Virgen Madre esperó al Hijo, se sentirán animados a tomarla como modelos y a prepararse, “vigilantes en la oración y… jubilosos en la alabanza” para salir al encuentro del Salvador que viene. Queremos, además, observar cómo en la Liturgia de Adviento, uniendo la espera mesiánica y la espera del glorioso retorno de Cristo al admirable recuerdo de la Madre, presenta un feliz equilibrio cultual, que puede ser tomado como norma para impedir toda tendencia a separar, como ha ocurrido a veces en algunas formas de piedad popular, el culto a la Virgen de su necesario punto de referencia: Cristo. Resulta así que este periodo, -como han observado los especialistas en liturgia-, debe ser considerado como un tiempo particularmente apto para el culto de la Madre del Señor: orientación que confirmamos y deseamos ver acogida y seguida en todas partes. (Marialis Cultus n. 4)
Engendrar en la fe
En el arte del acompañamiento espiritual, de educar en la fe se trata de aprender a reconocer, interpretar, elegir en una perspectiva de fe, escuchando cuanto el Espíritu sugiere dentro de la vida de cada día. Los padres, educadores, maestros, están llamados no solo a trasmitir contenidos, sino a dar testimonio de una madurez humana, presentando dinámicas generativas de paternidad o maternidad espiritual en grado de hacer de los jóvenes sujetos y responsables de su propia aventura.
En la relación de acompañamiento personal es importante ser conscientes de las diferencias entre un enfoque masculino y uno femenino, tanto con respecto a los acompañantes, como en relación a quienes son acompañados. En esto hay que salvaguardar y profundizar la riqueza de la tradición que habla de la paternidad y la maternidad espirituales. (Instrumentum Laboris n. 123)
El que acompaña está llamado a respetar el misterio que cada persona encierra y a confiar en que el Señor ya está obrando en ella. El acompañante está invitado a ser consciente de que representa un modelo que influye por aquello que él es, antes que por lo que él hace y propone. La profunda interacción afectiva que se crea en el espacio del acompañamiento espiritual — no por casualidad la tradición se expresa hablando de paternidad y maternidad espiritual, por lo tanto de una profundísima relación generativa — requiere en el acompañante una sólida formación y una disposición a trabajar antes que nada sobre sí mismo desde un punto de vista espiritual y, en cierta medida, también psicológico. Sólo de esta manera podrá auténticamente ponerse al servicio, en la escucha y en el discernimiento, y evitar los riesgos más frecuentes de su rol: sustituirse a quien acompaña en su búsqueda y en la responsabilidad de sus decisiones, negar o eliminar el surgimiento de problemáticas sexuales y en fin, superar las fronteras involucrándose de una manera impropia y destructiva con aquellos que está ayudando en el camino espiritual, hasta la posibilidad de llegar a verdaderos abusos y dependencias. Cuando sucede esto, además de los traumas generados en las personas involucradas, se difunde un clima de desconfianza y miedo, que desalienta la práctica del acompañamiento. (Instrumentum Laboris n. 130)
Este dinamismo de salir de sí mismo para dar la vida y obrar al servicio de la posibilidad que todos, individualmente y juntos, puedan encontrar la alegría del amor, se realiza a través del modo en que la Iglesia ejerce la autoridad que le fue confiada, para que sea auténticamente generadora y, por lo tanto, creadora de comunión. Según algunos análisis, en sentido etimológico la autoridad es la capacidad de “hacer crecer” (augeo, en latín, del donde auctor y auctoritas) toda creatura en la originalidad que el Creador ha pensado y deseado para ella. Ejercer la autoridad se convierte en asumir la responsabilidad de un servicio para el desarrollo y la liberación de la libertad, no un control que corta las alas y mantiene a las personas encadenadas. (Instrumentum Laboris n. 141)
La vocación nunca es un principio de alienación, sino más bien un núcleo de integración de todas las dimensiones de la persona, que las hará fecundas: desde los talentos naturales al carácter con sus recursos y sus límites, desde las pasiones más profundas a las competencias adquiridas a través del estudio, desde las experiencias exitosas a los fracasos que contiene cada historia personal, desde la capacidad para relacionarse y amar hasta la de asumir el propio rol con responsabilidad dentro de un pueblo y una sociedad. Por esta razón, el servicio de acompañamiento se confronta con una serie de elementos que sólo aparentemente resultan dispares o poco espirituales y no puede prescindir de la alianza entre las instancias formativas. (Instrumentum Laboris n. 143)
Vivir la gracia del Bautismo
En la fuente bautismal hemos nacido a la vida de la gracia: inmersos en la muerte en cruz de Jesús hemos sido liberados del poder del pecado original y hemos resucitado a la vida nueva que Jesús ha inaugurado. Día tras día, pues, hemos sido llamados a renovar y a hacer fructificar este don, viviendo las promesas bautismales: Renuncio al pecado, al Maligno y creo en Dios. Elegir día tras día a Dios como único bien, como Señor de la propia vida. El espíritu Santo nos da la fuerza para vivir con fidelidad y coherencia, creyendo que el camino de santidad es fruto de su presencia en nuestra vida (cfr. Gál 5,22-23). En la hora de la prueba y de la tentación levanta los ojos a “Aquel a quien traspasaron”, creyendo que “por sus llagas hemos sido curados”.
Deja que la gracia de tu Bautismo fructifique en un camino de santidad. Deja que todo esté abierto a Dios y para ello opta por él, elige a Dios una y otra vez. No te desalientes, porque tienes la fuerza del Espíritu Santo para que sea posible, y la santidad, en el fondo, es el fruto del Espíritu Santo en tu vida (cfr. Gal 5,22-23). Cuando sientas la tentación de enredarte en tu debilidad, levanta los ojos al Crucificado y dile: «Señor, yo soy un pobrecillo, pero tú puedes realizar el milagro de hacerme un poco mejor». En la Iglesia, santa y compuesta de pecadores, encontrarás todo lo que necesitas para crecer hacia la santidad. El Señor la ha llenado de dones con la Palabra, los sacramentos, los santuarios, la vida de las comunidades, el testimonio de sus santos, y una múltiple belleza que procede del amor del Señor, «como novia que se adorna con sus joyas» (Is 61,10) (Gaudete et Exsultate n. 15).
A María santísima
¡Oh María Inmaculada!
Renuevo en tus manos, las promesas de mi Bautismo.
Renuncio para siempre a Satanás, padre de la mentira,
acusador de los hijos de Dios, enemigo de nuestra alegría.
Renuncio a sus engaños, a sus seducciones y a sus obras,
y me entrego enteramente a Jesús, signo vivo del amor que Dios me tiene.
Y para ser más fiel a Él yo te elijo a Ti, ¡Oh María Inmaculada!,
por Madre y Señora mía.
En ti, como hijo, me abandono y te consagro mi vida y mi familia.
¡Oh María!, dispón siempre de mí según tu Corazón
y en mi último día acógeme en tus brazos.
Preséntame a Jesús diciéndole: “¡Este es mi hijo!”.
Entonces exultará mi alma, comenzará mi Paraíso
y cantaré un Magnificat a Dios contigo,
¡Oh María, Madre mía Inmaculada! Amén.
Crónica de familia
3. Maria Vergine Madre
Don Pierluigi Cameroni
Animatore spirituale mondiale
Maria è, ancora, la Vergine madre, cioè colei che per la sua fede e obbedienza generò sulla terra lo stesso Figlio del Padre, senza contatto con uomo, ma adombrata dallo Spirito Santo: prodigiosa maternità, costituita da Dio quale tipo e modello della fecondità della Vergine-Chiesa, la quale diventa anche essa madre, poiché con la predicazione e il Battesimo genera a vita nuova e immortale i figli, concepiti per opera dello Spirito Santo e nati da Dio. Giustamente gli antichi padri insegnavano che la Chiesa prolunga nel Sacramento del Battesimo la maternità verginale di Maria. Tra le loro testimonianze ci piace ricordare quella del Nostro illustre Predecessore san Leone Magno, il quale in una omelia natalizia afferma: L’origine che (Cristo) ha preso nel grembo della Vergine, l’ha posta nel fonte battesimale; ha dato all’acqua quel che aveva dato alla Madre; difatti, la virtù dell’Altissimo e l’adombramento dello Spirito Santo (cfr Lc 1,35), che fece sì che Maria desse alla luce il Salvatore, fa anche sì che l’acqua rigeneri il credente. Volendo attingere alle fonti liturgiche, potremmo citare la bella Conclusione della Liturgia ispanica: Quella (Maria) portò la Vita nel grembo, questa (la Chiesa) la porta nell’onda battesimale. Nelle membra di lei fu plasmato il Cristo, nelle acque di costei fu rivestito il Cristo. (Marialis Cultus 19).
-
Vergine Madre, Figlia del tuo Figlio.
Nella vita di Gesù la Madre ha avuto un ruolo decisivo. Per l’ebraismo è la donna che trasmette l’appartenenza al popolo eletto (è ebreo chi nasce da madre ebrea), generando il proprio figlio alla coscienza dell’alleanza con Dio, anzitutto attraverso la vita familiare. Il contesto domestico è considerato un “piccolo tempio”, nel quale la tavola costituisce “l’altare”: e la donna è la responsabile della liturgia domestica e dell’osservanza delle norme di purità che regolano la vita quotidiana. La tradizione rabbinica sottolinea che la Torah rivelata al Sinai fu data prima alle donne, poiché senza di esse la vita ebraica non sarebbe stata possibile, e invita perciò i mariti ad “ascoltare” le proprie mogli, poiché è per loro merito che le benedizioni raggiungono la famiglia. La famiglia diventa così il nucleo più importante dell’ebraismo, al cui interno decisivo è il ruolo della donna. Secondo i maestri ebrei è compito degli uomini insegnare il contenuto della rivelazione, la Torà e il Talmud, mentre quello della donna è di trasmettere l’esperienza della rivelazione, il senso del mistero, senza il quale i contenuti non avrebbero valore e il loro studio sarebbe puro esercizio intellettuale.
La vocazione della Chiesa trova la sua anticipazione reale e la sua piena realizzazione nella persona di Maria, giovane donna che con il suo “sì” ha reso possibile l’incarnazione del Figlio e, di conseguenza, ha creato le condizioni perché ogni altra vocazione ecclesiale possa essere generata. Il “principio mariano” precede ed eccede ogni altro principio ministeriale, carismatico e giuridico nella Chiesa e tutti li sostiene e li accompagna (Instrumentum Laboris n. 96).
Papa Francesco parlando a delle donne carcerate, alcune con bimbi piccoli o in stato di attesa, ha pronunciato parole cariche di speranza e di futuro, come un grembo gravido.
La maternità non è e non sarà mai un problema, è un dono, uno dei più meravigliosi regali che potete avere. Oggi siete di fronte a una sfida molto simile: si tratta ancora di generare vita. Oggi vi è chiesto di dare alla luce il futuro. Di farlo crescere, di aiutarlo a svilupparsi. Non solo per voi, ma per i vostri figli e per tutta la società. Voi, donne, avete una capacità incredibile di adattarvi alle situazioni e di andare avanti. (Papa Francesco, Santiago del Cile, 17 gennaio 2018).
-
Tempo liturgico Avvento-Natale
In tal modo i fedeli, che vivono con la Liturgia lo spirito dell’Avvento, considerando l’ineffabile amore con cui la Vergine Madre attese il Figlio, sono invitati ad assumerla come modello e a prepararsi per andare incontro al Salvatore che viene, vigilanti nella preghiera, esultanti nella sua lode. Vogliamo, inoltre, osservare come la Liturgia dell’Avvento, congiungendo l’attesa messianica e quella del glorioso ritorno di Cristo con l’ammirata memoria della Madre, presenti un felice equilibrio cultuale, che può essere assunto quale norma per impedire ogni tendenza a distaccare – come è accaduto talora in alcune forme di pietà popolare – il culto della Vergine dal suo necessario punto di riferimento, che è Cristo; e faccia sì che questo periodo – come hanno osservato i cultori della Liturgia – debba esser considerato un tempo particolarmente adatto per il culto alla Madre del Signore: tale orientamento Noi confermiamo, auspicando di vederlo dappertutto accolto e seguito. (Marialis Cultus n. 4)
-
Generare nella fede
Nell’arte dell’accompagnamento spirituale, di educare alla fede si tratta di imparare a riconoscere, interpretare, scegliere in una prospettiva di fede, in ascolto di quanto lo Spirito suggerisce all’interno della vita di ogni giorno. Genitori, educatori, insegnanti sono chiamati non solo a trasmettere contenuti, ma a essere testimoni di una maturità umana, avviando dinamiche generative di paternità o maternità spirituale in grado di rendere i giovani soggetti e responsabili della loro stessa avventura.
Nella relazione personale di accompagnamento è importante essere consapevoli delle differenze tra un approccio maschile e uno femminile, sia per quanto riguarda gli accompagnatori, sia nei confronti di coloro che sono accompagnati. In questo va salvaguardata e approfondita la ricchezza della tradizione che parla di paternità e maternità spirituali. (Instrumentum Laboris n. 123)
Chi accompagna è chiamato a rispettare il mistero che ogni persona racchiude e ad avere fiducia che il Signore sta già operando in lei. L’accompagnatore è invitato a essere consapevole di rappresentare un modello che influisce con quello che è, prima che con quello che fa e propone. La profonda interazione affettiva che si crea nello spazio dell’accompagnamento spirituale – non a caso la tradizione si esprime parlando di paternità e maternità spirituali, dunque di una relazione generativa profondissima – richiede all’accompagnatore una solida formazione e la disponibilità a lavorare prima di tutto su di sé sotto il profilo spirituale e in qualche misura anche psicologico. Solo in questo modo potrà autenticamente mettersi al servizio, nell’ascolto e nel discernimento, ed evitare i rischi più frequenti del suo ruolo: sostituirsi a chi è accompagnato nella ricerca e nella responsabilità delle scelte, negare o rimuovere l’emergere della problematica sessuale e, infine, varcare i confini coinvolgendosi in modo improprio e distruttivo con chi sta aiutando nel cammino spirituale, fino alla possibilità di veri e propri abusi e dipendenze. Quando ciò accade, oltre ai traumi generati nelle persone coinvolte, si diffonde un clima di sfiducia e di paura, che scoraggia la pratica dell’accompagnamento. (Instrumentum Laboris n. 130)
Questo dinamismo di uscita da sé per dare la vita e spendersi al servizio della possibilità che tutti, singolarmente e insieme, incontrino la gioia dell’amore, attraversa anche il modo in cui la Chiesa esercita l’autorità che le è stata affidata, in modo che sia autenticamente generativa e quindi creatrice di comunione. Secondo alcune analisi, in senso etimologico l’autorevolezza è proprio la capacità di “far crescere” (augeo, in latino, da cui auctor e auctoritas) ogni creatura in quella originalità che il Creatore ha pensato e voluto per lei. Esercitare l’autorità diventa assumere la responsabilità di un servizio allo sviluppo e alla liberazione della libertà, non un controllo che tarpa le ali e mantiene incatenate le persone. (Instrumentum Laboris n. 141)
La vocazione infatti non è mai un principio di alienazione, ma piuttosto un fulcro di integrazione di tutte le dimensioni della persona, che renderà feconde: dai talenti naturali al carattere con le sue risorse e i suoi limiti, dalle passioni più profonde alle competenze acquisite attraverso lo studio, dalle esperienze di successo ai fallimenti che ogni storia personale contiene, dalla capacità di entrare in relazione e di amare fino a quella di assumere il proprio ruolo con responsabilità all’interno di un popolo e di una società. Per questo il servizio dell’accompagnamento si misura con una serie di elementi che solo in apparenza risultano disparati o poco spirituali e non può prescindere dall’alleanza tra istanze formative. (Instrumentum Laboris n. 145)
-
Vivere la grazia del Battesimo
Al fonte battesimale, siamo nati alla vita di grazia: immersi nella morte in croce di Gesù, siamo stati sottratti alla potenza del peccato originale e siamo risorti alla nuova vita che Gesù ha inaugurato. Giorno per giorno, quindi, siamo chiamati a rinnovare e far fruttificare questo dono, vivendo le promesse battesimali: Rinuncio al peccato, al Maligno e credo in Dio. Riscegliere giorno per giorno Dio come unico bene, come Signore della propria vita. Lo Spirito Santo ci dà la forza per vivere con fedeltà e coerenza, credendo che il cammino di santità è frutto della sua presenza nella nostra vita (cfr Gal 5,22-23). Nell’ora della prova e della tentazione alza gli occhi a “Colui che hanno trafitto”, credendo che “Dalle sue piaghe siamo stati guariti”.
Lascia che la grazia del tuo Battesimo fruttifichi in un cammino di santità. Lascia che tutto sia aperto a Dio e a tal fine scegli Lui, scegli Dio sempre di nuovo. Non ti scoraggiare, perché hai la forza dello Spirito Santo affinché sia possibile, e la santità, in fondo, è il frutto dello Spirito Santo nella tua vita (cfr Gal 5,22-23). Quando senti la tentazione di invischiarti nella tua debolezza, alza gli occhi al Crocifisso e digli: “Signore, io sono un poveretto, ma tu puoi compiere il miracolo di rendermi un poco migliore”. Nella Chiesa, santa e composta da peccatori, troverai tutto ciò di cui hai bisogno per crescere verso la santità. Il Signore l’ha colmata di doni con la Parola, i Sacramenti, i santuari, la vita delle comunità, la testimonianza dei santi, e una multiforme bellezza che procede dall’amore del Signore, «come una sposa si adorna di gioielli» (Is 61,10). (Gaudete et Exsultate n. 15)
A Maria santissima
O Maria Immacolata, rinnovo nelle tue mani, le promesse del mio Battesimo.
Rinunzio per sempre a Satana, padre di menzogna,
accusatore dei figli di Dio, nemico della nostra gioia.
Rinunzio ai suoi inganni, alle sue seduzioni e alle sue opere
e mi consegno interamente a Gesù, segno vivo dell’amore di Dio per me.
E per essere più fedele a Lui io oggi scelgo Te, o Maria Immacolata,
per mia Madre e Signora.
A Te, come un figlio, io abbandono e consacro la mia vita, la mia famiglia.
O Maria, disponi sempre di me secondo il Tuo Cuore
e nell’ultimo giorno accoglimi tra le tue braccia.
Presentami a Gesù, dicendo di me : “Questo è mio figlio!”.
Allora esulterà l’anima mia inizierà il mio Paradiso
e sarà un magnificat a Dio con Te, o Maria, Madre mia Immacolata.
Amen.
Cronaca di famiglia
3. Mary Virgin Mother
Fr Pierluigi Cameroni
World Spiritual Animator
Mary is also the Virgin-Mother, she who “believing and obeying…brought forth on earth the Father’s Son. This she did, not knowing man but overshadowed by the Holy Spirit.” This was a miraculous motherhood, set up by God as the type and exemplar of the fruitfulness of the Virgin-Church, which “becomes herself a mother…. for by her preaching and by baptism she brings forth to a new and immortal life children who are conceived by the power of the Holy Spirit and born of God.” The ancient Fathers rightly taught that the Church prolongs in the sacrament of Baptism the virginal motherhood of Mary. Among such references we like to recall that of our illustrious predecessor, Saint Leo the Great, who in a Christmas homily says: “The origin which (Christ took in the womb of the Virgin He has given to the baptismal font: He has given to water what He had given to His Mother-the power of the Most High and the overshadowing of the Holy Spirit (cf Lk. 1:35), which was responsible for Mary’s bringing forth the Saviour, has the same effect, so that water may regenerate the believer.”(54) If we wished to go to liturgical sources, we could quote the beautiful Illatio of the Mozarabic liturgy: “The former [Mary] carried Life in her womb; the latter [the Church] bears Life in the waters of baptism. In Mary’s members Christ was formed; in the waters of the Church Christ is put on.” (Marialis Cultus 19).
Virgin Mother, Daughter of your Son.
In the life of Jesus, his Mother played a decisive role. For Judaism it is the woman who transmits membership of the chosen people (a Jew is one who is born of a Jewish mother), passing on to her son an awareness of the covenant with God, especially through family life. The home is considered a “small temple”, in which the table constitutes “the altar”. The woman is the one responsible for the domestic liturgy and for the observance of the norms of purity that govern daily life.
The rabbinic tradition emphasizes that the Torah revealed at Sinai was given to women first, because without them Jewish life would not have been possible. Accordingly, husbands are invited to “listen” to their wives, for it is through them that blessings reach the family. The family thus becomes the most important nucleus of Judaism and in it the role of women is decisive. According to Jewish teachers it is the task of men to teach the content of revelation, the Torah and the Talmud, while the task of the woman is to transmit the experience of revelation, the sense of mystery, without which the contents would have no value and their study would be a purely intellectual exercise.
The vocation of the Church has its true harbinger and complete fulfilment in Mary, the young woman who, with her “yes”, made the Son’s incarnation possible and, consequently, established the conditions for every other ecclesial vocation to happen. The “Marian principle” precedes and exceeds any other ministerial, charismatic and juridical principle in the Church, and it supports and accompanies them all. (Instrumentum Laboris No. 96)
Speaking to women prisoners, some with small children or expecting a child, Pope Francis uttered words full of hope and future, like a pregnant womb.
Motherhood is not, and never will be a problem. It is a gift, and one of the most wonderful gifts you can ever have. Today you face a very real challenge: you also have to care for that life. You are asked to care for the future. To make it grow and to help it to develop. Not just for yourselves, but for your children and for society as a whole. As women, you have an incredible ability to adapt to new circumstances and move forward. (Pope Francis Santiago de Chile, 17 January 2018)
Advent-Christmas liturgical season
In this way the faithful, living in the liturgy the spirit of Advent, by thinking about the inexpressible love with which the Virgin Mother awaited her Son, are invited to take her as a model and to prepare themselves to meet the Saviour who is to come. They must be “vigilant in prayer and joyful in praise.” We would also remark that the Advent liturgy, by linking the awaiting of the Messiah and the awaiting of the glorious return of Christ with the admirable commemoration of His Mother, presents a happy balance in worship. This balance can be taken as a norm for preventing any tendency (as has happened at times in certain forms of popular piety) to separate devotion to the Blessed Virgin from its necessary point of reference – Christ. It also ensures that this season, as liturgy experts have noted, should be considered as a time particularly suited to devotion to the Mother of the Lord. This is an orientation that we confirm and which we hope to see accepted and followed everywhere. (Marialis Cultus No. 4)
Generate in faith
In the art of spiritual accompaniment, to educate to the faith is to learn to recognize, interpret and choose from a faith perspective, listening to what the Spirit suggests within everyday life. Parents, educators and teachers are called not only to transmit contents, but to be witnesses of a human maturity, starting generative dynamics of spiritual fatherhood or motherhood capable of making young people responsible for their own adventure.
In the personal relationship of accompaniment, it is important to realize the difference between masculine and feminine approaches, both for mentors and for those who are accompanied. In this respect, the richness of the tradition that speaks about spiritual fatherhood and motherhood needs to be deepened and preserved. (Instrumentum Laboris n. 123)
Mentors are called to respect the mystery that all persons carry in themselves and trust the Lord who is already at work in them. They are invited to realize they are a model that can influence others through what they are, rather than for what they do or suggest. The deep affective interaction that is created in the space of spiritual accompaniment – the fact that tradition talks about spiritual fatherhood and motherhood is no coincidence, as a profound generative relationship – requires a sound formation on the part of mentors, and the willingness to work, first of all, on themselves spiritually and, to some extent, also psychologically. Only in this way will they be able to truly serve, listen and discern, and avoid the most frequent risks related to their role: displacing those they accompany in the search and responsibility of choices, denying or removing the emergence of sexual issues and, lastly, crossing boundaries and becoming inappropriately and destructively involved with the people they are helping in their spiritual journey, with the potential for actual abuse and dependency. When this happens, in addition to the injuries caused in the accompanied persons, a climate of fear and mistrust starts spreading, that discourages the practice of accompaniment. (Instrumentum Laboris No. 130)
This dynamism, whereby we go out of ourselves to give our life and work unsparingly so that everyone, individually and collectively, may encounter the joy of love, also characterizes the way the Church exercises the authority entrusted to her, in a way that is truly generative and therefore creates communion. According to some analyses, etymologically speaking, authoritativeness is the capacity to make all creatures grow (augeo, in Latin, hence auctor and auctoritas) in the originality that the Creator conceived and wished for them. Exercising authority means taking on the responsibility to foster development and set freedom free, rather than exercising control that holds people down and keeps them captive. (Instrumentum Laboris No. 141)
In particular, experiencing and encountering fragilities in our own selves, in other people, in a group, society or culture is as exhausting as it is valuable. To young people, this can be the opportunity to discover hidden resources, and to raise new questions also for vocational purposes, pushing them to abandon the constant search for small certainties. By accompanying these paths, the Church will discover new frontiers and new resources to fulfil her mission. (Instrumentum Laboris No. 145)
Live the grace of baptism
At the baptismal font, we are born to the life of grace: immersed in the death of Jesus on the cross, we have been freed from the power of original sin and we have risen to the new life that Jesus inaugurated. Day by day, therefore, we are called to renew this gift and make it fruitful by living the baptismal promises: I renounce sin and the evil one and I believe in God. Day by day, I choose God as the only good, as Lord of my life. The Holy Spirit gives us the strength to live with fidelity and coherence, believing that the path of holiness is the fruit of his presence in our life (cf. Gal 5,22-23). In the hour of trial and temptation, we lift up our eyes to “the One who was pierced”, believing that “by his wounds we have been healed”.
Let the grace of your baptism bear fruit in a path of holiness. Let everything be open to God; turn to him in every situation. Do not be dismayed, for the power of the Holy Spirit enables you to do this, and holiness, in the end, is the fruit of the Holy Spirit in your life (cf. Gal 5:22-23). When you feel the temptation to dwell on your own weakness, raise your eyes to Christ crucified and say: “Lord, I am a poor sinner, but you can work the miracle of making me a little bit better”. In the Church, holy yet made up of sinners, you will find everything you need to grow towards holiness. The Lord has bestowed on the Church the gifts of scripture, the sacraments, holy places, living communities, the witness of the saints and a multifaceted beauty that proceeds from God’s love, “like a bride bedecked with jewels” (Is 61:10). (Gaudete et Exultate No. 15)
To Mary Most Holy
O Mary Immaculate, in your hands I renew the promises of my baptism.
I renounce forever Satan, the father of lies,
accuser of the children of God, the enemy of our joy.
I reject his deception, his seduction and his works
and I entrust myself entirely to Jesus, the living sign of God’s love for me.
And to be more faithful to him today I choose you, Mary Immaculate as my Mother and Lady.
To you, as a son, I entrust and consecrate my life and my family.
O Mary, may I always live in accordance with your heart
and on the last day welcome me into your arms.
Present me to Jesus, saying of me: “This is my son!”.
Then my soul will enter paradise
and it will be a ‘magnificat’ to God with You, O Mary, my Immaculate Mother.
Amen.
Family Chronicle
3. Maria Virgem Mãe
Pe. Pierluigi Cameroni
Animador espiritual mundial
Maria é, ainda, a Virgem mãe, isto é, aquela que pela sua fé e obediência, gerou na terra o próprio Filho de Deus Pai, sem ter conhecido varão, por obra e graça do Espírito Santo: maternidade prodigiosa, constituída por Deus protótipo e modelo da fecundidade da Virgem-Igreja, a qual, por sua vez, se torna também mãe, dado que, com a pregação e com o batismo gera para vida nova e imortal “os filhos concebidos por ação do Espírito Santo e nascidos de Deus. Com justeza, portanto, os antigos Padres ensinavam que a Igreja prolonga no sacramento do Batismo a maternidade virginal de Maria. De entre os testemunhos destes Padres, apraz-nos recordar o do nosso Predecessor, São Leão Magno, que, numa homilia natalícia, afirmava: A origem que (Cristo) assumiu no seio da Virgem (Maria), coloca-a Ele na fonte do batismo: conferiu à água aquilo que deu à Mãe; com efeito, a virtude do Altíssimo e a sombra do Espírito Santo (cf. Lc 1,35), que fizeram com que Maria desse à luz o Salvador, são o mesmo que faz com que a ablução regenere aquele que crê. E se quisermos referir às fontes litúrgicas, poderemos citar a bela Conclusão da Liturgia hispânica: Aquela (Maria) trouxe no seu seio a Vida; esta (a Igreja) a traz no lavacro batismal. Nos membros daquela Cristo foi plasmado; nas águas desta Cristo foi revestido” (Marialis Cultus 19).
Virgem Mãe, Filha do seu Filho.
A Mãe teve um papel decisivo na vida de Jesus. Para o judaísmo, é a mulher que transmite a pertença ao povo eleito (é judeu quem é nascido de mãe judia), gerando o próprio filho na consciência da aliança com Deus, antes de tudo através da vida familiar. O contexto doméstico é considerado um “pequeno templo”, no qual a mesa constitui “o altar”: e a mulher é a responsável pela liturgia doméstica e pela observância das normas da pureza que regulam a vida cotidiana. A tradição rabínica enfatiza que a Torá revelada no Sinai foi dada em primeiro lugar às mulheres, pois sem elas, a vida judaica não teria sido possível. E convida, por isto, os maridos a “escutarem” as suas esposas, pois é por meio delas que as bênçãos chegam à família. A família torna-se assim o núcleo mais importante do judaísmo, dentro do qual o papel das mulheres é decisivo. Segundo os mestres judeus, é tarefa dos homens ensinar o conteúdo da revelação, a Torá e o Talmud, enquanto a da mulher é transmitir a experiência da revelação, o sentido do mistério, sem o qual o conteúdo não teria valor e o seu estudo seria puro exercício intelectual.
A vocação da Igreja encontra sua real antecipação e sua plena realização na figura de Maria, uma jovem que com seu “sim” tornou possível a encarnação do Filho e, consequentemente, criou as condições para que qualquer outra vocação eclesial pudesse existir. O “princípio mariano” antecede e excede todos os demais princípios ministeriais, carismáticos e jurídicos da Igreja e de todos estes é apoio e acompanhamento. (Instrumentum Laboris n. 96)
Papa Francisco, falando às mulheres privadas de liberdade, algumas com bebês pequenos ou gestantes, pronunciou palavras carregadas de esperança e de futuro, como um seio gravídico.
A maternidade não é, e nunca será, um problema; é um presente, um dos presentes mais maravilhosos que podeis ter. Hoje encontrai-vos perante um desafio muito parecido: trata-se ainda de gerar vida. Hoje vos é pedido que deis à luz o futuro; que o façais crescer, que o ajudeis a desenvolver-se. Não só para vós, mas também para os vossos filhos e para toda a sociedade. Vós, as mulheres, tendes uma capacidade incrível de vos adaptardes às situações e seguir em frente. (Papa Francisco, Santiago do Chile, 16 de janeiro, 2018).
Tempo litúrgico Advento – Natal
Desta maneira, os fiéis que procuram viver com a Liturgia o espírito do Advento, ao considerarem o amor inefável com que a Virgem Mãe esperou o Filho, serão levados a tomá-la como modelo e a prepararem-se, também eles, para irem ao encontro do Salvador que vem, bem vigilantes na oração e… celebrando os seus divinos louvores. Queremos observar, ainda, que a Liturgia do Advento, conjugando a expectativa messiânica e a outra expectativa da segunda vinda gloriosa de Cristo, com a admirável memória da Mãe, apresenta um equilíbrio cultual muito acertado, que bem pode ser tomado como norma a fim de impedir quaisquer tendências para separar – como algumas vezes sucedeu em certas formas de piedade popular – o culto da Virgem Maria do seu necessário ponto de referência, que é Cristo; além disso, faz com que este período – como têm vindo a observar os cultores da Liturgia – deva ser considerado como um tempo particularmente adequado para o culto da Mãe do Senhor: orientação essa, que nós confirmamos e auspiciamos ver aceita e seguida por toda a parte. (Marialis Cultus n.4)
Gerar na fé
Na arte do acompanhamento espiritual, de educar à fé se trata de aprender a reconhecer, interpretar, escolher em uma perspectiva de fé, ouvindo o que o Espírito sugere no cerne da vida de cada dia. Pais, educadores, professores são chamados não só a transmitir conteúdos, mas a ser testemunhas de uma maturidade humana, iniciando dinâmicas geradoras de paternidade ou maternidade espiritual capazes de responsabilizar os jovens por sua própria aventura.
Na relação pessoal de acompanhamento, é importante estar ciente das diferenças entre uma abordagem masculina e uma feminina, tanto no que diz respeito aos acompanhadores, quanto àqueles que são acompanhados. Nesse sentido, deve-se salvaguardar e aprofundar a riqueza da tradição que fala de paternidade e maternidade espirituais. (Instrumentum Laboris n. 123)
Quem acompanha é chamado a respeitar o mistério que cada pessoa possui e a confiar que o Senhor já está a trabalhar nela. O acompanhador é convidado a estar ciente de que ele representa um modelo que influencia pelo que é, antes de pelo que faz e propõe. A profunda interação afetiva que é criada no espaço do acompanhamento espiritual – não por acaso a tradição se exprime falando de paternidade e maternidade espirituais, portanto duma relação generativa muito profunda – requer do acompanhador uma sólida formação e disposição para trabalhar antes de tudo em si mesmo, do ponto de vista espiritual e, até certo ponto, também psicológico. Somente desse modo ele poderá estar autenticamente ao serviço, à escuta e no discernimento, e evitar os riscos mais frequentes do seu papel: tomar o lugar de quem é acompanhado na busca e na responsabilidade das escolhas, negar ou remover o surgimento de problemas sexuais e enfim, ultrapassar os limites envolvendo-se de maneira imprópria e destrutiva com quem está a receber a sua ajuda no caminho espiritual, até mesmo chegando a verdadeiros abusos e dependências. Quando isso ocorre, além dos traumas gerados pelas pessoas envolvidas, difunde-se um clima de desconfiança e medo, o que desestimula a prática do acompanhamento. (Instrumentum Laboris n.130)
Esse dinamismo de saída de si para dar a vida e empenhar-se ao serviço da possibilidade de que todos, individual e coletivamente, encontrem a alegria do amor, atravessa também o modo como a Igreja exerce a autoridade que lhe foi confiada, para que seja autenticamente generativa e, portanto, criadora da comunhão. Segundo algumas análises, no sentido etimológico, a autoridade é precisamente a capacidade de “fazer crescer” (augeo, em latim, do qual deriva auctor e auctoritas) cada criatura naquela originalidade que o Criador pensou e desejou para ela. Exercitar a autoridade passa a significar assumir a responsabilidade de um serviço para o desenvolvimento e para o desencadeamento da liberdade, não um controle que corta as asas e mantém as pessoas acorrentadas. (Instrumentum Laboris n. 141)
A vocação, de fato, nunca é um princípio de alienação, mas um fulcro de integração de todas as dimensões da pessoa, que se tornarão fecundas: dos talentos naturais à personalidade com seus recursos e limitações, das paixões mais profundas às habilidades adquiridas por meio do estudo, das experiências de sucesso aos fracassos que cada história pessoal contém, da capacidade de entrar em relação e de amar àquela de assumir o próprio papel com responsabilidade dentro de um povo e de uma sociedade. Por isso, o serviço de acompanhamento é medido com uma série de elementos que, somente na aparência, são variados ou pouco espirituais e não pode ser dissociado da aliança entre as instâncias formativas.( Instrumentum Laboris n. 143).
Viver a graça do Batismo
Na fonte batismal, nascemos para a vida da graça: imersos na morte de Jesus na cruz, fomos subtraídos do poder do pecado original e ressuscitamos para a nova vida que Jesus inaugurou. Dia a dia, portanto, somos chamados a renovar e tornar frutífero esse presente, vivendo as promessas batismais: Renuncio ao pecado, ao Maligno e creio em Deus. Re-escolher dia a dia Deus como único bem, como Senhor de sua vida. O Espírito Santo nos dá a força para viver com fidelidade e coerência, acreditando que o caminho de santidade é fruto da sua presença na nossa vida (cf. Gl 5,22-23). Na hora da provação e da tentação erga os olhos a “Aquele que trespassaram”, acreditando que “Por suas chagas fomos curados”.
Deixa que a graça do teu Batismo frutifique num caminho de santidade. Deixa que tudo esteja aberto a Deus e, para isso, opta por Ele, escolhe Deus sem cessar. Não desanimes, porque tens a força do Espírito Santo para tornar possível a santidade e, no fundo, esta é o fruto do Espírito Santo na tua vida (cf. Gl 5, 22-23). Quando sentires a tentação de te enredares na tua fragilidade, levanta os olhos para o Crucificado e diz-Lhe: «Senhor, sou um miserável! Mas Vós podeis realizar o milagre de me tornar um pouco melhor». Na Igreja, santa e formada por pecadores, encontrarás tudo o que precisas para crescer rumo à santidade. O Senhor cumulou-a de dons com a Palavra, os Sacramentos, os santuários, a vida das comunidades, o testemunho dos santos e uma beleza multiforme que deriva do amor do Senhor, “como uma esposa se adorna de jóias” (Is 61,10). (Gaudete et Exsultate n. 15)
A Maria Santíssima
Ó Maria Imaculada, renovo em tuas mãos, as promessas do meu Batismo
Renuncio, para sempre, a Satanás, pai da mentira,
acusador dos filhos de Deus, inimigo da nossa alegria.
Renuncio a seus enganos, às suas seduções e às suas obras
e me entrego inteiramente a Jesus, sonho vivo do amor de Deus por mim.
E para ser mais fiel a Ele, eu hoje te escolho, ó Maria Imaculada,
por minha Mãe e Senhora.
A Ti, como um filho, eu abandono e consagro a minha vida, a minha família.
Ó Maria, dispõe sempre de mim, segundo o Teu Coração
e no último dia, acolhe-me em teus braços.
Apresenta-me a Jesus, dizendo de mim: “Este é meu filho!”
Então minha alma exultará, o meu Paraíso começará
e será um magnificat a Deus, contigo, ó Maria, minha Mãe Imaculada.
Amém.
Crônica de família